25 de agosto de 2012

Un día me preguntaron

Una vez me preguntaron: ¿Para quién escribes? Lo vi, y sonreí.

En otra ocasión me preguntaron: ¿Por qué no ser claros, concisos y directos?. Volví a guardar silencio y sonreír.

En una tarde particular de estudio de piano, una familia de turistas me espiaba por entre los huecos de las puertas viejas de un antiguo conservatorio. Perdiendo un poco más la vergüenza abrieron la puerta y al terminar de tocar una sonata bastante conocida del gran compositor Beethoven, no tardaron en preguntarme qué pieza era esa. Después de risas y rompimiento de hielo preguntó uno de ellos. ¿Alguna vez has tocado por inspiración, por necesidad, porque tus impulsos te lo piden?. Sonreí.

Pero la pregunta que me hizo desbordar en risas hecha por un sujeto demasiado, cómo decirlo, inocente. Fue: ¿Tu juegas ajedrez por qué te gusta o por tu apellido?



Le conté a Pablo. Y no tardó en sonreír también.

Pablo se encargó de enviarles a estos sujetos el estupor y el aire pesado de respuestas.

Les dijo que no hay un "para quién" sino que hay un motivo y una satisfacción, hay un desahogo y crecimiento personal.

Les dijo que no importa la llegada sino el viaje, que en un mundo de metáforas y analogías la mente se divierte cómo un niño, que la capacidad de discernimiento es más anhelada que un descalabro de noticias, les dijo que mejor conocer el azul y el amarillo antes que el verde, mejor conocer el rojo y el azul antes que el morado, que mejor conocer el amarillo y el rojo antes que el naranja; y de paso les explicó el negro y el blanco. Pero sobre todo les dijo que si prefieren la llegada, el literalismo (si me permiten decirlo así), los descalabros, el verde, el morado y el naranja: mejor se hubieran saltado este párrafo.

Les dijo que la inspiración es un impulso que la necesidad te pide.
Y le dijo. Arte, deporte, ciencia. ¿Y sólo jugarlo por estética?

Probablemente este último ejemplar aún así no entendió.
Porque hay personas que quieren todo pelado y en la boca.
Porque hay personas que tristemente jamás han sido tocadas por el escalofrió de la inspiración.
Porque hay personas que hablar es todo lo saben. Dejando por un lado leer y escribir.

Pablo es un amigo, un confidente, un psicólogo, un genio, un motivador y un filósofo.
Un día conocerán más de él, y probablemente él conocerá de ustedes.



17 de agosto de 2012

Tantas veces


Con ella pasé tardes inolvidables, momentos interminables. La abracé tantas veces, la estreché y apretujé contra mi, tantas veces, la miré un millón de veces; por una eternidad de tiempo inagotable. La soñé tantas veces que pasó al plano de lo ordinario dormir y verla. Dormir era estar con ella, dormir era soñar, dormir era pasar miles de aventuras juntos. Pasar aventuras quizá una y otra vez, repetir lo sueños más nunca repetir el momento. Era seguro dormir y vernos.
Coincidimos tantas veces, uni-hablamos tantas veces... que llegó a darnos miedo. Terminar y adivinar los pensamientos del otros se volvió algo ordinario, era simple. Increíble quizá... pero ya ordinario para ambos. Fueron tantas veces. No me cansé de mirarla.

Fueron noches de desvelo, madrugadas de viaje, mañanas de recorrido, todo, sólo por ella. Noches de mucho agotamiento, pero el cansancio no impedía un beso de despedida, un te amo de bienvenida. Nada me parecía desatinado. Todo sólo por ella, locuras solo por ella. Vaya que hicimos locuras de verdad. Estábamos locos, y creo que la locura no se cura. Yo no sé si conserve mis regalos y mis cartas, cartas con tanto amor que le escribí y me escribió. Una época dónde la comunicación fue difícil. Días sin vernos, incluso semanas. Eran eternos lapsos de tiempo.
La toqué tantas veces, sentí sus manos un millón de veces y no me aburrí de tocarla.
La levanté y la cargué como a un bebé, y la amé. La besé..., no puedo decir un número. Eran tardes inagotables sólo besando sus labios. Siendo un par de tontos mirándonos el uno al otro. A veces, sólo nos mirábamos, era el mejor entretenimiento, nada mejor no había. En lapsos la besaba, en lapsos la miraba, en lapsos la mordía, en lapsos la admiraba, en lapsos la soñaba, en lapsos la tocaba, en lapsos la abrazaba, en lapsos.

Éramos jóvenes y tontos, jóvenes e in-experimentados, descubriendo el camino del amor. Fuimos rápido y mal, fuimos apresurados y fatal... eramos tontos, y el mundo era nuestro juguete. Nos amábamos, eso ella no lo negará pues sinceridad hubo... y dejando de fuera la sinceridad, el sentimiento estuvo. Nos amamos, es verdad. Confusión, aturdirse, desintegración; factores creados a partir de la estupidez. Todo se derrumbó. Dolió y permaneció. En nuestras vidas hubo un antes y un después de nosotros. Antes de ti. Después de ti. Hoy es martes, y no diré que la pienso y la extraño igual que en aquellos sábados. Lo que puedo decir es que ha pasado mucho tiempo, y hoy es martes.

Me tocó, me acarició, me besó, me miró, me amó, me extrañó, me quiso, me abrazó... tantas veces, tantas veces.


La toqué, la acaricié, la besé, la miré, la amé, la extrañé, la quise, la abracé... tantas veces, tantas veces.



Y otra vez, él me contó otra historia mientras dormía y soñaba.
No le contesté nada.
Nada le dije.
Nada.